viernes, 9 de mayo de 2025

Señales



Después de la visita de su hermana mayor y su agotador hijo pequeño, quien no paró de jugar y corretear por toda la casa ni un segundo, Sandra se había propuesto escribir un nuevo relato. Tras casi veinte minutos frente al monitor borrando todo lo que iba tecleando, el editor de texto permanecía con la página en blanco. 

Se encontraba pensativa mirando fijamente la pantalla, cuando vio como el pequeño y titubeante cursor avanzó por si solo tres espacios y se detuvo. Atónita, se incorporó en su silla sin apartar los ojos del cursor. No se movió más. Sandra supuso que la barra espaciadora se habría quedado medio enganchada. Dio varios toques a la barra y regresó al inicio del documento, luego, se concentró en hallar la frase con la que dar pie a su relato. 

De pronto, el cursor avanzó nuevamente tres posiciones, aunque en esta ocasión lo hizo con un segundo de diferencia entre espacio y espacio. Sandra esbozó una sonrisa y tecleó:

«Estate quieto ya»

Como si se tratara de una respuesta, el cursor volvió a moverse tres espacios de forma consecutiva y sin pausa alguna. Sandra borró lo escrito y aguardó con los ojos clavados en la pantalla. Instantes después, el cursor repitió una secuencia de tres espacios por tres veces, de la misma forma en que lo había hecho con anterioridad.

 —¡¿Pero qué coño...?! —murmuró.

Una idea cruzó por su mente, tomó el ratón y minimizó el editor. Abrió el programa de protección antivirus e inició un escaneo de seguridad de su equipo, mientras buscaba por internet alguna información sobre virus que pudieran provocar efectos parecidos en un ordenador.

Tras media hora larga de consultas, no sacó nada en claro. La cuestión podía ir desde un fallo del propio programa a que alguien se hubiera apoderado del control de la computadora y estuviera jugando con ella. Agobiada, se levantó de la silla y salió del despacho, fue a la cocina y se preparó un café.

Estaba dando el último sorbo a la taza, cuando se le ocurrió algo. Cogió su móvil y le mandó un WhatsApp a uno de sus mejores amigos quien, a parte de ser un entendido en ordenadores, era todo un friki de los fenómenos extraños. Aquello le iba a encantar. 

Tras mandar el mensaje regresó al despacho. Acababa de sentarse frente a la pantalla cuando su teléfono emitió el sonido de notificación. Su amigo había respondido. Sandra abrió el WhatsApp y lo leyó de inmediato:

 «La hostia! Es raro de cojones. Puede que sea un mal funcionamiento o un hackeo pero también cabe la posibilidad que alguien o algo se esté comunicando para pedirte ayuda. Esa secuencia de espacios es código morse de manual. Es un S.O.S.»

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Sandra, pensando que la línea que separaba la genialidad de la locura era muy fina y que su amigo se había encargado de borrarla hacía ya tiempo. De todos modos, le contestó agradeciéndole la explicación y diciéndole que le informaría si pasaba algo más.

Acto seguido, devolvió sus ojos a la pantalla del ordenador en la que aparecía la ventana del buscador de internet. Escribió en él «S.O.S. Morse» y comprobó que las letras del acrónimo de socorro se correspondían con una serie de tres puntos, tres rayas y tres puntos y que también podían realizarse con una serie de pulsaciones o ráfagas. Meditabunda, regresó a la pantalla de inicio del buscador. De repente, en el recuadro de texto, el cursor repitió la secuencia. 

Ahora estaba convencida de que alguien se había metido en su ordenador. Inquieta, tomó el móvil y llamó por teléfono a su amigo para contarle lo ocurrido.

—Mi opción es mejor que la tuya —expuso su amigo tras escucharla.

—¿Y eso por qué? —preguntó con extrañeza.

—Pues porque si es un hacker jugando contigo es mucho más jodido. Mejor que sea alguien pidiendo ayuda, aunque sea un fantasma digital.

—Muy gracioso... ¿Y qué puedo hacer?

—Comprobar si tienes un intruso en el sistema.

—¿Y cómo lo hago?

—Lo primero es averiguar si alguien está conectado a tu red o a tu ordenador. Luego te paso unos enlaces en los que se explica como hacerlo. Si no encuentras nada, entonces queda la explicación alternativa. 

—Miedo me das… ¿Y qué explicación es esa?

—Pues que podría ser una llamada de socorro de alguien cercano a ti que se estuviera manifestando a través del ordenador, o de un espíritu que habitara en tu piso o en el edificio. 

—De momento miraré lo del intruso y luego ya iremos viendo.

—Bueno, sea lo que sea, mantenme informado —apuntó su amigo.

—No lo dudes.

Tras despedirse, Sandra abandonó el despacho, fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua. Antes de que hubiera terminado de beber, recibió en el móvil el mensaje de su amigo con los enlaces. Sandra se disponía a darle las gracias cuando observó estupefacta como el cursor de la ventana de texto realizaba otra vez la misma secuencia.

—Mierda —murmuró para sí.

Mientras empezaba a escribir un nuevo WhatsApp a su amigo, Sandra se dio la vuelta para abandonar la cocina, en ese preciso instante, su pie derecho pisó un pequeño objeto que hizo que resbalara y cayera de espaldas.

El impacto contra el suelo la dejó inconsciente. Al cabo de un par de segundos, una pequeña mancha de sangre comenzó a aparecer tímidamente junto a la cabeza. A escasos centímetros de su mano se hallaba el teléfono móvil, de pronto, a través de él se escuchó la lejana voz de su amigo:

—Sabes que no me gustan las llamadas por WhatsApp...  ¿Sandra?... ¿Sandra?


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