Al cabo de unos minutos la pequeña se acercó al sofá reclamando atención. Alzó su manita y emitió un sonoro grito de protesta.
-¿Qué te pasa? -preguntó el padre dejando el libro en el sofá y tomándola en brazos.
La respuesta fue otro quejido todavía más airado. En ese momento la madre entró por la puerta del salón
-A ver que es lo que le pasa a mi pequeña -dijo acercándose a ellos.
-No lo sé. No parece que haya que cambiarla.
-A ver, déjamela.
El padre le pasó la criatura quien, aún en brazos de la madre, seguía llorando a gritos.
-Pues tampoco creo que sea hambre, quizá no se encuentre bien.
La niña se removió con fuerza dirigiendo sus manos hacia abajo.
-Está bien, está bien, ya te suelto.
En cuanto la madre la dejó en el sofá, la pequeña enmudeció, llegó hasta el libro de su padre y se abrazó a él, luego cerró los ojos y cayó en un profundo sueño.
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