La educación, definida en una de sus acepciones como enseñanza y perfeccionamiento de facultades intelectuales y morales, y el aprendizaje, expresado como adquisición de conocimientos por la práctica continuada, son por excelencia los instrumentos de generación del conocimiento que revierte en el progreso de los individuos como tales, y por extensión, en las sociedades de las que ellos mismos son partícipes.
En sociedades en las que existe una degradación progresiva de paradigmas educativos frente a modelos meramente productivos, se hace patente la degeneración de las capacidades intelectuales y culturales de sus miembros, lo cual acaba afectando irremediablemente a todo el tejido estructural y organizativo de la sociedad, a su evolución económica, y en consecuencia, a su propia calidad de vida.
La reformulación educativa resulta imprescindible desde la actuación política y gubernamental, siendo necesario el giro hacia un organigrama pedagógico basado en un modelo educativo ecléctico, que potencie los valores universales y que fundamente el concepto de aprendizaje como herramienta básica, tanto en el ámbito académico como en el desarrollo personal del individuo.
En estos tiempos de remodelación socio-política es esencial un profundo estudio y actualización del sistema educativo, a fin de que incorpore en sus estructuras formativas las innovaciones existentes en materia de aprendizaje de conocimientos, un saber cuyo destino no es otro que cultivar a los responsables de lograr el mantenimiento de la propia sociedad, y, en último término, la sostenibilidad de las personas que la conforman y de su entorno.
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