Sentada plácidamente en la butaca del salón, Laura dio un sorbo a la copa de vino tinto que sostenía en su mano derecha. Una sonrisa se dibujó en su rostro y removió la copa antes de darle otro sorbo. Se acababa de duchar en el cuarto de invitados, aún iba en albornoz y llevaba el pelo mojado. Respiró profundamente, bebió de nuevo y cerró los ojos disfrutando de aquel momento.
De repente, el ruido de dos golpes provenientes de la pared a su derecha la sobresaltaron. Laura se giró hacia el tabique y permaneció a la escucha. No hubo más golpes. Tras unos segundos de nerviosismo, se serenó. No tenía vecinos, en casa no había nadie que pudiera haber causado aquel ruido y la pared en cuestión correspondía al cuarto de invitados en el que se había duchado, así que debía ser algo que se habría caído en el baño.
Laura decidió ignorar aquel ruido devolviendo su atención a la copa de vino. Cuando estaba a punto de beber otro sorbo se repitieron los golpes. Inquieta, se levantó de la butaca con los ojos fijos en la pared. Entonces, le pareció como si el horrible espejo colgado en ella, se hubiera movido un poco.
Una vez frente a la habitación, dudó por un segundo. Acto seguido, con los nervios a flor de piel, le dio al interruptor de la luz, empujó la puerta y entró. En la estancia no vio nada extraño. La cama, la mesita de noche, los cuadros, la decoración... todo parecía estar en su sitio.
Laura avanzó por la habitación hasta el cuarto de baño, abrió las luces y escrutó con la mirada. Tampoco halló nada fuera de lugar. Desconcertada, negó con la cabeza y abandonó el baño. En ese preciso instante, los golpes volvieron a resonar en la pared, dando la sensación que provenían del comedor.
Laura salió corriendo hacia el salón, cuando llegó allí, los ruidos habían cesado y no pudo descubrir qué era lo que los había provocado. Incapaz de entender lo que estaba pasando, se acercó a la pared y se puso a recorrerla palpando con la mano para ver si notaba algo raro.
Al acercarse al espejo, un par de nuevos golpes hicieron que ella diera un respingo. El espejo tembló levemente y Laura miró en él.
—No… no es posible… —murmuró atemorizada.
Detrás de su propio reflejo estaba viendo la figura de su marido,
sin embargo, al darse la vuelta, no vio ni rastro de su presencia en el salón.
—Cálmate, es solo tu mente, cálmate. —Se dijo intentando recuperar el control de sí misma.
Laura cerró los ojos, respiró hondo y salió de la estancia tomando las escaleras de acceso a la segunda planta.
En cuanto empezó a subir, los golpes resonaron de nuevo y, esta vez, de forma más virulenta. Al llegar al dormitorio, fue hacia el cuarto de baño. La puerta estaba abierta y la luz encendida. Temerosa, entró en él. Todo estaba tal y como lo había dejado hacía casi media hora. Al lado de la puerta, en el rincón derecho, estaban amontonadas su ropa y sus zapatillas, más adelante, tirados por el suelo, un par de botes de champú y varios frascos de cristal; finalmente, en la bañera, se hallaba su marido, desnudo y con un cuchillo de grandes dimensiones clavado en el pecho.
Laura le miró con desprecio, pensando que aquello no habría sido necesario si le hubiera concedido el divorcio y una parte de su inmensa fortuna. Más tarde tendría que ir a por una sierra eléctrica y bolsas de viaje.
El fuerte ruido de más golpes la sacaron de sus pensamientos. Ahora provenían de la pared que quedaba a su izquierda, retrocedió hasta la puerta, echó un vistazo al dormitorio pero no logró ver nada, entonces, oyó un tremendo golpe y, a continuación, escuchó como si algo se rompiera a su espalda. Se dio la vuelta y observó el espejo del lavabo completamente resquebrajado.
Venciendo a su propio miedo, se aproximó muy lentamente hasta quedar frente a él. Durante unos segundos, Laura contempló el agrietado reflejo de su rostro sin ver nada extraño. Más tranquila, movió la cabeza para mirar a su marido muerto en la bañera y se volvió de nuevo hacia el espejo, al hacerlo, el reflejo le mostró a su marido justo detrás de ella, blandiendo en alto el mismo cuchillo con el que le había apuñalado.
Presa del pánico, se echó bruscamente hacia un lado y resbaló. El impacto de su cabeza contra el perfil de la bañera resonó en toda la casa, luego, se hizo el más absoluto de los silencios.
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