martes, 3 de septiembre de 2024

La presencia



Había sido un día horrible, se había encontrado fatal durante toda la jornada, le estaba subiendo la fiebre y solo tenía ganas de acostarse. Para colmo, su marido se había ido de viaje por trabajo y estaba sola en casa.

Sin apenas cenar, tomó de golpe dos fuertes analgésicos, se metió en la cama y cerró los ojos esperando a que los medicamentos hicieran efecto y mitigaran el malestar. 

De pronto, despertó y creyó escuchar unos pasos que provenían del pasillo, pero aquello no era posible, no podía haber nadie. Se incorporó y agudizó el oído para asegurarse de que no se estaba confundiendo, sin embargo, oyó aún con mayor claridad como alguien se estaba aproximando a la habitación, se levantó y se quedó frente a la puerta del dormitorio, justo en ese momento la manija empezó a moverse.

—¡¡No!!... ¡¡Fuera de aquí!! ¡¡Fuera!! —gritó mientras cogía el tirador con ambas manos y bloqueaba la puerta con su propio cuerpo.

La manija dejó de moverse. Se mantuvo agarrada al tirador aún un par de minutos asegurándose que todo estaba en absoluto silencio. «Es por la fiebre. Ha sido una alucinación.» pensó tras recuperar la serenidad.

Respiró hondo y abrió la puerta del dormitorio con extrema cautela, la claridad de las luces de la calle que entraba por la ventana del despacho le permitió comprobar que allí no había nadie, en ese instante pensó en el móvil que había dejado encima del escritorio y avanzó sigilosamente. 

Al llegar a la altura del cuarto de baño, advirtió de reojo una presencia en su interior. Se quedó helada, giró la cabeza y observó una figura humana de pie frente a ella. La presencia alargó la mano en su dirección y su primer instinto fue echar a correr, pero una extraña sensación se lo impidió: aquella figura en la penumbra le resultaba muy familiar.

Atónita, musitó titubeante:

—¿Mm… mamá?

La presencia asintió con la cabeza.

—Pero estás muerta… Dios mío... tiene que ser un sueño.

Con la mano aún extendida hacia ella, la presencia manifestó con voz profunda y suave:

—Lo siento hija, he venido a acompañarte.

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